El tren
Los 28 de diciembre nos tomábamos el tren a Buenos Aires. Siempre pasábamos Navidad en casa, y Año Nuevo en lo de la tía -mi tía abuela. Podría hablar de Banfield, pero este papelito está más cerca del tren.
Viajar perdió mucho significado para mí. Me refiero a cubrir la distancia entre Mar del Plata y Buenos Aires. Ahora lo hago casi todos los fines de semana. Duermo. Horas muertas, si no fuese el único momento en el que le puedo prestar atención exclusiva a mi música, y si no estuviera la ansiedad de volver a la ciudad que aprendí a querer y a P.
Pero en aquel entonces era distinto, partiendo de que el tren tiene para mí cierto encanto del que el ómnibus carece.
Siempre imaginando el traqueteo de los vagones como líneas de batería, esperando los sobresaltos por el ruido al pasar sobre un puente, viendo los campos, las casas, pensando cómo es la vida ahí, en medio del pasto. Vacas, alambrados, estaciones. Galpones abandonados y oxidados. Pebetes de jamón y queso y coca cola.
Unos años después, ya con walkman, la experiencia se enriqueció. No me puedo olvidar del atardecer, el sol detrás de los árboles que pasan frente a la ventanilla, y Hermano Perro de Almendra. O una tormenta eléctrica en la noche, con los rayos proveyendo la única luz, y la guitarra de Banks en I see you, con esas cadencias de jazz que tenía el Yes de los '60.
Y la lluvia. El tren parado, elevado sobre un barrio del sur. Techos, lata, chapa, quietos. Todo gris y pardo, hasta donde daba el ojo. Y la lluvia sobre todas las cosas.
Viajar perdió mucho significado para mí. Me refiero a cubrir la distancia entre Mar del Plata y Buenos Aires. Ahora lo hago casi todos los fines de semana. Duermo. Horas muertas, si no fuese el único momento en el que le puedo prestar atención exclusiva a mi música, y si no estuviera la ansiedad de volver a la ciudad que aprendí a querer y a P.
Pero en aquel entonces era distinto, partiendo de que el tren tiene para mí cierto encanto del que el ómnibus carece.
Siempre imaginando el traqueteo de los vagones como líneas de batería, esperando los sobresaltos por el ruido al pasar sobre un puente, viendo los campos, las casas, pensando cómo es la vida ahí, en medio del pasto. Vacas, alambrados, estaciones. Galpones abandonados y oxidados. Pebetes de jamón y queso y coca cola.
Unos años después, ya con walkman, la experiencia se enriqueció. No me puedo olvidar del atardecer, el sol detrás de los árboles que pasan frente a la ventanilla, y Hermano Perro de Almendra. O una tormenta eléctrica en la noche, con los rayos proveyendo la única luz, y la guitarra de Banks en I see you, con esas cadencias de jazz que tenía el Yes de los '60.
Y la lluvia. El tren parado, elevado sobre un barrio del sur. Techos, lata, chapa, quietos. Todo gris y pardo, hasta donde daba el ojo. Y la lluvia sobre todas las cosas.
8 Impresiones:
Una hermosa imágen.
qué lindo...
(volvió! volvió!)
...aaaaaahhhhhhh... :-D
qué bello
Estoy de acuerdo con usted, hay una componente de aventura en los viajes en tren que definitivamente no tiene un viaje en omnibus.
ayyyyyyy (para no desentonar)
Ahora, hablando enserio... Viajar en tren tenía su encanto hasta que empezó a deteriorarse el servicio, por lo menos desde mardel, habria que ver si la cosa mejora en GBA y bue... dp de octubre te cuento que onda el viejo mundo. Por ahi, quien te dice, tengo suerte.
Iota: indeed
Gerund: no quiero creermela, pero ¿soy yo el que ud. decía que publica cada muerte de obispo? Avíseme así me sonrojo
Cass: Así es. Ojalá pudiera pintar lo de los techos y la lluvia. Como no puedo se los cuento.
Fodor: puede ser. Igual yo al viaje en tren lo veo como algo sosegado.
Lula: bueh... a vos ya te contesté en directo
uno de los tantos... ji
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