lunes, enero 07, 2008

Know thyself - Parte I

Conocerse. Cambiar.
Recuerdo mi infancia preescolar de cierto modo, pero no puedo asegurar qué tan fiel es a la realidad. Me cuesta mucho recordar cómo pensaba de chico. Todos me dicen que pensaba mucho acerca de todo. Mi abuela, que pasaba conmigo casi todo el tiempo, asegura que era muy filosófico, y que siempre realizaba planteos y reflexiones bastante sorprendentes. Si esto era así, no lo recuerdo. Y si me preguntan, bueno, sí, pensaba mucho. Pero no sé cuánto piensa en general la gente a esa edad, por lo que el concepto de "mucho" resulta endeble. Tampoco sé qué pasó con las conclusiones que debo haber sacado.
En la primara yo siempre fui yo, y eso era todo. Era distinto, pero eso estaba muy bien. Tenía la firme convicción de que era mejor que los demás. Me gustaba ser quien era: leer muchísimo, ser con holgura el mejor de la clase, a la tarde escuchar música y jugar a la computadora con mi hermano. Si bien en la escuela debía tolerar ocasionales provocaciones porque me iba mejor que al resto, siempre tuve amigos y nunca estuve aislado. Además, casi nunca tuve que recurrir a la agresión física para resolver un conflicto. Yo estaba satisfecho con quien era, y es verdad, me sentía superior, y que mi destino iba a ser muy distinto al de mis compañeros. Tristemente, esto no era algo que solo yo pensase: en séptimo grado yo estaba ocupado preparándome para el ingreso al Illia, por lo que no le estaba prestando tanta atención a la escuela. Una vez me saqué un 2 en una prueba, y el día que dieron el resultado yo no estaba. Aparentemente alguien hizo comentarios mordaces al respecto, y la maestra no tuvo mejor idea que defenderme diciendo "ustedes tienen que entender que hay gente que está para ser parte de la tribu, y hay gente como Damián que está hecha para ser cacique". Verdaderamente un horror ¿qué clase de maestra hace eso?. No puedo imaginar qué habrá pasado por la cabeza de mis pobres compañeros al oírse disminuidos de ese modo. Lo peor es que cuando me enteré, me pareció bien.
La secundaria fue el primer choque. Por un lado, fue la primera vez en la que me encontré entre pares, e incluso entre gente que intelectualmente yo consideraba iguales. Por el otro lado, mucha de esta gente tenía habilidades sociales de las cuales yo carecía, que no había desarrollado debidamente, y que por lo tanto me parecían en cierto modo despreciables. Nunca me había gustado, por ejemplo, encarar chicas en los bailes de la escuela. Lo había hecho ocasionalmente y a regañadientes, pero no al azar, sino ante aquellos amores platónicos preadolescentes que me quitaban el sueño. La falta de éxito y la convicción de que hacerlo al azar para ganar práctica era una actitud deleznable sólo empeoraban la situación. Y da la casualidad que aquellas personas que yo veía con mayores habilidades sociales y liderazgo eran aquellas cuyos gustos e intereses eran diametralmente opuestos a los míos. "Superficiales" los comencé a llamar en mi cabeza. Y así comenzó una antinomia que no infrecuentemente trasladaba al exterior. Mi actitud de superioridad y mis trazas de resentimiento generaron no pocos enfrentamientos. Pero lamentablemente el Illia no era un industrial, donde todo se hubiese resuelto prontamente con los puños, sino que allí todo pasaba por la popularidad. Las líneas estaban trazadas. Y yo difícilmente me cuestionaba... tenía que estar bien ser como era yo, era imposible que me estuviese equivocando...
Llegado cuarto año la frustración y la terquedad, devenidas en acidez, terminaron por alejar hasta a mis propios amigos, a los dos más queridos, a dos de mis idiotas hermosos. Y pasó lo de Eva, y fue un no-va-más. El cambio no fue consciente, y aquí es donde apunta el post. El primer cambio verdadero.
El D. oscuro, de verde y negro, spinetteano, literato y romántico se bajó del estrado en cierto momento, no sé cuando. Ese verano fue raro, lindo. Llegó internet a casa, y el ejercicio de describirme a otra persona tal vez me haya ayudado a ver mi lado amable. El cambio me llevó a estar abierto y a conocer chicas, y a conquistarlas del modo que mejor sé, y tal como siempre quise: dejándome conocer. Eran días de sol y beatles, de vegetación y de risas.
A partir de ahí y aún hoy, al hablar de esa época con mis idiotas viejos y mis idiotas nuevas, me refiero a ella como "cuando dejé de pensar".
Conocerse. ¿Cambiar?.

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2 Impresiones:

Blogger Fodor Lobson pensó que

Insisto,
es usted un romántico, hasta cuando se trata de sacarse el cuero a usted mismo.
Feliz año, ché

11:58 a. m.  
Anonymous Anónimo pensó que

Seguís siendo distinto al mostrarte de esta manera que no muchos llegan a lograr. ¡Ahhh la sociedad! Esa paradoja de querer pertenecer pero seguir siendo distinto. Sé exactamente de lo que estás hablando.
Muy buen post.

10:11 a. m.  

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