martes, noviembre 11, 2008

Medianoche

Nos subimos al tren de la medianoche, $23 cada billete, sin descuento para estudiantes. Todavía estaba un poco conmocionado por la discusión que había tenido con mis viejos. Siempre fueron razonables, no estaba acostumbrado a contradecirlos, a desobedecerlos. No quisieron escuchar que no me iba a pasar nada, y que la plata no importaba, que Marcelo me prestaba. No les supe explicar que realmente necesitaba hacerlo.
Nos subimos al tren de la medianoche Marcelo y yo, tan solo una hora después de que se le había ocurrido la idea al discutir con sus viejos.
El tren partió, y nosotros llevábamos dos porciones de pizza en un tupper y la vaga noción de que en Constitución podíamos tomar otro tren a La Plata. El vagón de primera era frío, pero estábamos muy animados con nuestra pequeña aventura. Pensábamos en qué íbamos a hacer una vez que llegáramos, si íbamos a preguntar, o a tratar de encontrar la casa sólos, para hacerlo más divertido.
Cuando llegamos a Constitución el sol aún no había salido. Caras extrañas, sombrías deambulaban por la estación que nunca parece vaciarse, ni siquiera en el preludio de una jornada sabática. Esperamos una hora y subimos a "la chancha", más destartalada y fría aún que el tren anterior.
Atravesamos campos y suburbios en silencio ya, mirando la negrura por la ventanilla, expectantes. Empezó a clarear cuando llegamos a la estación de La Plata.
Eso era todo, a partir de ahí estábamos perdidos, con una dirección anotada en un papelito y la determinación de no preguntar. Salimos por 1, no dimos con muchos carteles, y eventualmente abortamos el jueguito y preguntamos. Estábamos yendo para el otro lado. Nunca sospechamos que 116 estaba a un par de cuadras de 1.
La travesía terminaba al tocar el timbre. Nos miramos, nos reímos. Marcelo habló por el portero, y al rato bajo Pablo dormido, sorprendido y contento de que nos habíamos subido al tren de la medianoche para volverlo a ver.