martes, octubre 27, 2009

Dos años

Hace dos años tomé una decisión. Por mecanismos internos típicamente míos, que aún trato de entender y desmantelar, la decisión tardó más de lo deseable. Pero la tomé. Abandoné una vida descolorida y descontenta, y ascendí hacia una promesa de más, de todo, de lo que ya creía imposible. Paula, mi deseada P.S., se me presentó como algo excesivo, algo que desbordaba todo molde de mi concepción. Alguien tan increíblemente hermosa, con un corazón precioso, con una inteligencia distintiva, con una palabra sagaz y urticante y un espíritu irrefrenable, que parecía irreal.
La primera vez que la besé no podía creer mi suerte. Sé que puede sonar trillado, o cursi, pero es exactamente lo que me pasó. Me sentí el rey del mundo, sentí que después de ese acto, no había nada que no pudiese hacer... aún cuando no me importaba nada más en ese momento.
Aquel domingo la impaciencia me venció, y tuve que verla. Recuerdo estar hablando con ella y sentir una extraña calma, como si las cosas se acomodaran adonde pertenecen. Finalmente esa promesa de felicidad se estaba transformando en realidad.
Cada fin de semana la intensidad de las cosas crecía. Descubriéndonos, ya sea en las coincidencias como en las diferencias, era cada vez más evidente que no podíamos estar separados.
Al cabo de dos años, ya tenemos un plan juntos. Ya estamos compartiendo nuestras vidas. Ya conocemos mucho más de las cosas buenas y de las no tan buenas. Y me encanta seguir sintiéndome afortunado, y seguro de que ella es muchísimo más de lo que yo creía sería bueno para mí.
Te amo Pau. ¡Feliz aniversario!

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viernes, octubre 02, 2009

Atado

Sentados del mismo lado de la mesa, te escucho hablar mientras juego con los restos de mi mojito. Me hablás de tu familia, estás seria. Yo te presto atención, a mí me importa verte así, me importa verte seria, me importa que me cuentes. Me importa más que verte desnuda. Decís con melancolía que no sabés porqué me hablás de todas esas cosas, como si no importara, como si estuvieras gastando saliva, como si nuestra efímera situación no lo valiera... Acuso el golpe en silencio, acaso lo merezco. Y no me hago cargo de lo que siento. Está ahí, está. Me oprime el pecho, me dice que quiero escucharte más, que quiero escucharte siempre, que me duele la hora en la que tengo que despedirme y hacer de cuenta que soy otro. Nos levantamos y abandonamos el bar cubano para seguir con nuestro papel en la intimidad de otro escondite. Para sostener la situación y continuar con la noche, intento dejar de lado la noción de que quiero merecer todo lo bueno que tenés. E intento también dejar de lado que me duele no merecerlo. Sin saberlo, ya estaba atado a vos.

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